jueves, 16 de abril de 2020

Hotel Galantis

Dorothy entró al restaurante del hotel Galantis como lo hacía usualmente cada miércoles, era su permitido para cortar la rutina.
Llegó con un atuendo digno de alguien de la realeza o similar: Una falda caqui que terminaba a la altura de las rodillas, porque era lo que consideraba lo más atrevido que alguien de su edad ya debería usar sin quedar en ridículo, una chaqueta que completaba el conjunto, tenía un prendedor de oro con forma de ave, no recordaba cual ave era, su amado Rick se lo había regalado en uno de sus viajes en África, tampoco recordaba el país, pero era un detalle magistral y raro. Por debajo usaba una camisa color crema que armonizaba con el resto del conjunto. En los pies, unos zapatos con un taco prominente para alguien de su edad, pero había vivido tanto tiempo usándolos que ya no usarlos le parecía extraño. Amaba esos zapatos, también los amaba Rick, por eso cada vez que venía al Galantis los utilizaba, como un tributo al hombre que jamás dejaría de amar. Completaba su atuendo con anillos y pequeñas joyas tan bellas, que al verla, hacía que ese restaurante 5 estrellas pareciera un hostal de menor categoría. Así llegaba cada miércoles, siempre a la hora del almuerzo.
Los mozos ya la conocían, y le reservaban la mesa junto al ventanal que tenía la vista de casi toda la bahía, una de las vistas más maravillosas que podría tenerse para comer en el mundo. Ella la disfrutaba, cada miércoles. Ella entró saludando levemente con la cabeza y esbozando una sonrisa a quienes se cruzaban a su paso, se acomodó en su mesa de siempre y pidió Cordero con salsa de ciruelas. Sabía que ese plato demoraría, simplemente quería tener un momento para si misma. Miró el mar, lo vio tan imponente, tan hermoso. Se había mudado a Indonesia hacía ya 1 año pero no dejaba de sorprenderse con tan maravillosa vista, pero no era suficiente, ni esa vista ni nada en el mundo podía borrarle la pena que la acongojaba. Miró sus manos, ya no las reconocía, no eran las manos suaves que alguna vez tuvo, ahora solo veía una piel áspera, y percudida por tantos productos de belleza que aplicó para que no perdieran su juventud, pero no podía luchar contra el tiempo. Dejó de mirar sus manos y volvió a mirar hacia el mar, quizás el paisaje la distraía un poco, pero sus ojos ya estaban humedecidos. Ya no eran solo sus manos, era todo, todo lo que en su vida había ido cambiado con el correr del tiempo. Tan lejana de recordar cuando era una jovencita en plena ciudad rodeada de montañas en Denver, tapada de nieve y hielo, recordaba cuando conoció el mar por primera vez en su adolescencia, y el día que lo conoció a él, a Rick. El hombre más apuesto que había existido en la historia de la humanidad y que se fijó en esa joven de cabellos castaños y labios carnosos. Alguien como él podría haberse fijado en chicas más voluptuosas o incluso más hermosas que ella. Pero él, al igual que ella, quedaron maravillados el uno con el otro. Recordaba el vestido que ella usaba en esa fiesta de fin de año, y podía detallar con exactitud el atuendo que llevaba Rick esa misma noche.
Rick era un aventurero, la rutina lo agobiaba, recibido con honores como arquitecto en Columbia y de gran familia, herramientas clave para que pudiera hacer lo que quisiera, cuando se aburría de una casa, la vendía y se mudaba a una diferente, cambiaba los autos con frecuencia, pero nunca se aburría de Dorothy, y ella no se cansaba de él. El empezó a trabajar en proyectos grandes de casinos, hoteles, rascacielos y al finalizar se iba a otra parte del mundo a una nueva aventura, siempre con su amada Dorothy. Fue tras finalizar el Gran Galantis de Indonesia, que la invitó a almorzar, se sentaron en una mesita junto a la ventana que daba a la bahía., tras el postre, él le pidió casamiento. Ella sin titubear aceptó, no podían ser más felices. Dorothy recordó ese instante, como todos los miércoles, y no pudo evitar llorar. Lo extrañaba mucho, había pasado casi 2 años de su muerte pero ella lo extrañaba como nunca. Se sentía vieja, quería que el tiempo parara, no quería perder su aspecto tan hermoso, el que había enamorado a su amado Rick, no podía evitarlo. Así como no podía evitar llorar.
Su almuerzo llegó, y con el dulzor de la salsa también llegaron los recuerdos dulces. Las ciudades del mundo en que vivieron, que llegaron a conocer, los maravillosos días junto a él. Su semblante mejoraba con cada bocado, incluso volvía a esbozar sonrisas entre bocado y bocado. Luego pidíó el postre, mientras esperaba miró al salón del Hotel, estaban puestas las noticias pero no les prestaba atención, solo miró un poco más el mar hasta que trajeran su postre. Lo comió, y se quedó un poco más, sabía que recién el próximo miércoles volvería al Galantis, aún miraba el mar, vio la playa, jamás había ido sin Rick, le entró un deseo sobrenatural de ir hacia allá.
Tomó su bolso, saludó al personal del hotel y se fue, a paso lento hacia la playa, al llegar se quitó los zapatos, quería sentir la arena en la planta de los pies, hacía buen clima aunque el viento estaba algo fuerte no le importó, incluso veía a las aves alejarse del océano. Miró al mar, sonrió. Volvía a ser feliz.


26 de Diciembre del 2004 , Indonesia

miércoles, 25 de marzo de 2020

Olvidado

Frank llegó de trabajar como todos los días, entró a su casa, un pequeño monoambiente en un pequeño complejo de casitas y departamentos, tenia un par de metros cuadrados pero que contaba con un entrepiso que le duplicaba el espacio disponible, aunque la escalerilla de madera hecha de forma poco ortodoxa, era un desafío para cualquiera que quisiera poner a prueba su equilibrio para subirla. En la parte de abajo tenia un baño pequeño y bastante húmedo por la falta de ventilación, una cocina pequeña y una mesada que tenia varios cajones, donde guardaba cualquier tipo de cosas.Una mesita vieja con una silla y una biblioteca improvisada que tenia una par de libros tristes que no recordaba si había llegado a leer o no. Arriba tenia un pequeño ropero desordenado y su cama.  No estaba nunca en casa, pero el poco tiempo que pasaba ahí era suficiente para que los platos con restos de comida seca, se apilen diariamente uno sobre otro hasta que el stock disponible se termine o si alguien venía de visita, que era cuando acomodaba rápido todo, pero nadie lo visitaba. Además la poca ventilación hacía que el aire se sintiera un tanto pesado, ese era el precio a pagar por un alquiler tan barato. Él lo sabía, no le preocupaba
Su trabajo en la fábrica de papel no prosperaba demasiado, prácticamente hasta la chica de limpieza tenía más autoridad que él ahí dentro. No hablaba con nadie y nadie hablaba con él, era hacia tiempo se había vuelto alguien distante, no se esforzaba en socializar, y si alguien se le acercaba, sus respuestas cortas volvía las conversaciones tan incómodas, que terminaban de forma abrupta y nadie quería repetir esa experiencia. Pero eso tampoco lo preocupaba
Su padre había fallecido en la guerra cuando el era un niño aún, su hermano mayor la misma suerte tras volver y no poder sanar una pierna mal curada. Su madre en cambio, tras enviudar perdió la razón y la vieron vagando por la vieja ruta sola. Frank tenia 17 años cuando la vio por última vez. Nadie sabía si esa pobre mujer vivía todavía. Eso no era lo que le preocupaba.
Lo que le estaba preocupando realmente a Frank era que desde hace un par de semanas alguien estaba haciendo ruido en la parte baja del departamento cuando se iba a acostar, justo cuando apagaba la luz para dormir.
Primero pensó que sería un gato del vecindario, al que le había dejado la ventana abierta. Lo descartó cuando siguió escuchando ruidos habiendo dejado todo cerrado.
Su segunda teoría eran ratas, aunque más allá de la comida seca en los platos, dudaba que hubiera algo que siquiera las ratas vieran apetecible. De todas formas, lo descartó porque oyó pasos, y no de los chiquitos y suaves que hacen los roedores, eran pasos con más contundencia, aunque no había forma que nadie hubiera entrado, primero debería haber tirado abajo la puerta con candado incluido y de ya haber estado adentro, contar con un curso especializado en camuflaje en espacios reducidos porque sería imposible que se le pasara por alto una persona en su pequeño cuchitril.
Era otra cosa, no eran ladrones ni ratas ni gatos. pensó que era cansancio que le jugaba malas pasadas, algún químico de la fábrica. Durante los últimos días los ruidos se hicieron una constante.
Hizo el experimento de dejar la luz encendida, no hubo ruidos pero si tuvo insomnio esa noche porque la luz no lo dejó dormir.
Se acostó, estaba agotado pero le costaba dormir. Cuando por fin parecía lidiarlo, algún ruido lo despertaba, algo crujía, algo caminaba, algo se sentaba. Así estuvo quizás 1 o 2 horas, cada vez que sus ojos se empezaban a cerrar, algo lo despertaba. Hasta en que un momento, no aguantó más.
- Ey!!! Por qué haces tanto ruido?
- Te desperté? Perdón, creí que eras de sueño pesado
- Si pero quien puede dormir cuando el ruido no para en toda la noche?
- Insisto, creí que dormías
- Pues no, y hace días no lo hago bien por tu culpa
- Y me lo dices ahora? Tardas mucho en quejarte
- No me dejas dormir y es mi culpa por no quejarme? Que cómico!
- Ey si no paras de gritar despertarás a tus vecinos, la señora del 26 es muy quejosa, siempre busca problemas con los otros vecinos.
- Por qué haces ruido? Qué haces en mi casa?
- Leo, aunque tu colección no es muy amplia, releí el libro rojo que tienes 3 veces ya. Interesante pero ya perdió la gracia. Podrías comprar libros con más frecuencia no?
- Quién eres??
- Sabes quien soy, no vengas a decirme que no recuerdas quién soy.
- No, no sé quién eres.
- Vamos Fran, no es bueno mentir
- De verdad. Quién eres?
- Estuve contigo toda tu infancia, al menos hasta que tu papá se fue a la guerra. También compartíamos habitación.
- No es posible
- Claro que si, estamos conversando no? no recuerdas nuestras charlas nocturnas cuando vivía bajo tu cama?
- Jajaja bajo mi cama? De qué hablas?
- Viví en todos lados: Bajo tu cama, dentro de tu armario, en tu baúl de juguetes... Ah eso si era incómodo.
- Sigo sin entender, qué diablos eres?
- No lo se, me pusiste muchos nombres, mucho tiempo me dijiste Monstruo... Eso duele, pero eras un niño, pude entenderlo, sin rencores
- Eso eran fantasías de niños, los monstruos no existen! Deja de burlarte
- Jajajaja burlarme yo? Minabas el piso con juguetes para que hiciera ruido si de decidía "comerte" de noche, eso es una burla! Como podría comerte? No cabes en mi mandibula
- Basta! Puede decirme que haces aquí?
- Te dije que leyendo. Ah y comiendo un poco, tienes un nido de cucarachas crujientes en la base del 2do cajón de la cocina, no están mal pero no son excelen..
- CALLATE!! Me refiero a qué pretendes viniendo ahora a molestarme
- ...
- Respondeme!
- Decídete, me callo o hablo? Sospecho que no eres el más listo del condado amiguito
- Y no me digas amiguito
- Siempre te dije amiguito, o lo olvidaste
- No te recuerdo, no recuerdo como eres, no existes
- No podrías saber como soy, jamás me viste
Frank se quedó en silencio, su cabeza no entendía nada. Qué hace esa supuesto monstruo en su casa ahora? O quién podría ser jugandole una mala broma? Querría hacerle daño?. Intentó responder de miles de formas a esas y a todas las preguntas que surgían, en silencio, pero no completo silencio. Podría ir la respiración forzada desde la parte de abajo.
- Cómo entraste?
- Siempre estuve adentro
Volvió a reinar el silencio, lo oyó caminar, no podía ver nada, las luces apagadas y la oscuridad de la noche solo dejaban a su vista 2 espacios mínimos de ventana que la cortina gris plomo que usaba no cubrían, por esos huecos entraba una tenue luz que eran de la poca iluminación que se filtraba de la calle, una luz nula, el solo veía unos puntos grises borrosos. Los miró mientras pensaba y oía los pasos que chasqueaban el suelo. Algo de miedo tenía. Empezaba a sentirse un niño de nuevo. Era eso lo que quería? Ya no quería pensar, en eso tampoco. Quería dormirse pero no podía, su corazón no se lo permitía
- Me tienes miedo, amiguito?
- No, quizás de niño te tenia miedo pero ya no. Acaso viniste a hacerme daño?
- Crees que vine a hacerte daño?
- No lo se, ni siquiera sé que haces aquí todavía
- Vine a visitarte, no hacen falta las luces para notar que el único ser vivo que cruza por este sucucho eres tú y las cucarachas de bajo el cajón, igual no te preocupes, ya no quedan muchas. Es más...
Escuchó una seguidilla de ruidos a toda prisa, pasos, cubiertos, fricción de madera, unos golpecitos y de pronto un crujido, casi crocante...
- No quedan más... Al menos por aquí, aunque si sigues apilando cosas sucias así, tendrás para reponerlas dentro de poco, no te lo recomiendo. Preferiría que me dejes un poco de comida
- Yo preferiría que tú no vuelvas
- Auch, creí que te agradaría un poco de compañía
- Para qué?
- Para que dejes de estar solo tanto tiempo, además aprovecho y también me haces compañía. Es feo que no se acuerden de ti tras tantos años
- No sabía que existías
- Todos hacen lo mismo, todos te olvidan, ni siquiera te dejan en un rincón de memoria, ni como bueno ni como malo, nada
- Viniste a que me de pena por tí?
- Jajaja yo? Que sientas pena por mi? Vamos amiguito, yo no soy el que vive en una pocilga y que su charla más extensa en años ha sido con con alguien que ni siquiera sabe como es?
- Espera... Cómo eres?
- Como soy? Puedo tener muchas formas, muchos tamaños, muchos colores. Depende de quién tenga cerca.
- Claro. Y hasta cuando piensas venir?
- Hasta cuando crees tú que pienso quedarme?
- No lo se, ni siquiera estoy seguro de si estoy soñando o algo.
- No, no es un sueño, créeme.
Frank estaba confundido, también sentía curiosidad, quería saber como se veía el monstruo de su infancia. Aunque ya todo esto lo había empezado a incomodar.
- Alguna vez alguien te ha visto?
- Hasta ahora, humanos, no. Dudo que alguien pueda
- Por qué?
- Es obvio que siempre estoy en la oscuridad, nunca me has ido cuando hay luz. Y en la oscuridad no puedes ver. Para qué querrías verme?
- No dije que quiera verte
- Por qué lo preguntas entonces??
Frank hizo silencio
- Acaso no sientes miedo?
- Por qué debería temerte?
Apenas pronunció la pregunta, empezó a sentir que la sombra se movía por la casa, ya no caminaba, corria, golpeaba cosas, sentía que los cajones se abrían y cerraban y todas las chucherias dentro sonaban, lo que empezó como un sonido se convirtió en una orquesta de ruidos que lo ensordecia, que empezaban a acelerar el corazón de Frank.
- Me tienes miedo?
- No
Volteó a ver los rectángulos grises de luz, los miró fijo, sintió que se hacían más y más pequeños, la oscuridad se volvía completamente densa, los ruidos seguían, algo rascaba las paredes, con furia, con fuerza, los pocos platos se sacudían, los muebles golpeteaban el suelo como si tuvieran vida. El ruido aumentó. Frank se tapó los oidos para soportarlo
- Me tienes miedo?!!!
Sintió la voz, pero ahora sonaba metálica, sonaba enérgica, sonaba dentro de su cabeza.
-Dilo amiguito! Dime que tienes miedo?!!!
Frank temblaba, incluso cerró los ojos, los cerró para no ver en la oscuridad.
- Acaso no querías verme?! Acaso no querías saber como soy?!!! Abre los ojos!!!
La voz ya retumbaba dentro de su cabeza, no sabía como contener todo eso. Ya era un ovillo de hombre sobre un viejo colchón. Empezó a sollozar. Sintió que los rasguños en las paredes ya no sonaban en las paredes de abajo, sonaban arriba, por todas partes, incluso en el techo y podía oirlos aún tapando sus oídos, era como si le rasgaran dentro de su cabeza.

De pronto el ruido cesó, se hizo un silencio sepulcral, no había voz ni rasguños en su cabeza, tampoco en las paredes, ya nada se movía. Se quitó las manos de los oídos, su respiración estaba acelerada, su corazón parecía una metralleta, una que no se quedaba sin municiones, ni siquiera tenía el valor para abrir los ojos...
- Me tienes miedo? - dijo la voz, nuevamente, desde el piso de abajo.
- Si - exclamó Frank, intentando recuperar el aliento, aún sollozando - Tengo miedo
- MARAVILLOSO!!- gritó una voz al oído de Frank, mientras dos garras le sujetaron la cara desde atrás tapándole los ojos. Sintió un dolor punzante en el pecho y dio un sobresalto.
Miró a su alrededor, estaba amaneciendo y lo que en algún momentos fueron dos cuadrados de gris tenue, se habían vuelto dos haces amarillos de luz de sol que iluminaban su habitación. Estaba solo

martes, 24 de marzo de 2020

Feliz Cumpleaños

Cada año es igual, no lo voy a negar, pero por 24 horas me permito extrañarte. Se cumplen las 12 de la noche y quisiera de alguna forma poder oír tu voz sonriente, porque si, todavía podría distinguir cuando estas sonriendo al hablar por teléfono. Quisiera poder oirte sonreir con solo poder decirte 2 palabras: Feliz Cumpleaños
Es gracioso, pero no recuerdo tu voz, no recuerdo tu olor, no recuerdo como se sentía tu piel en la yema de mis dedos. Es curioso como los sentidos se codifican en el cerebro y no importa la gente que oigas, que mires, que toques, cada una es diferente, cada una es distinta, pero vos, vos sos especial. El tiempo también hace estragos, porque en verdad no puedo recordar como se sentía tenerte cerca, pero siempre estas cerca.
Más allá de eso, si recuerdo el día que te conocí, nuestra primera cita y las pulsaciones por el techo que me quedaron después de esa noche, podrás imaginar como me sentí durante nuestro primer beso, todo lo que sentí cuando eramos nuestros. Cada vez que intento rememorar todo eso, lo veo más nubloso, menos nítido, como las viejas cintas VHS que con el tiempo empezaban a desgastarse y a perder calidad. Me estaré poniendo viejo? No se, pero se que no hemos de ser los mismos que fuimos en esos momentos, en esos tiempos dorados (al menos para mi).
Yo cambie, maduré, no soy el mismo que era en esos tiempos. Pasaron tantas cosas en mi, tantas ciudades, tantas aventuras y desventuras, algún que otro amor, me pasó la vida. Incluso no se si al recordar todo ese tiempo que fue nuestro, siento melancolía por vos o si también es por mi mismo, quizás extraño a ese chico bobo que se cruzó por tu vida. Pero vos también cambiaste, ya no sos la misma que en esos momentos, apostaría mis brazos a que yo tampoco voy a encontrar a la misma mujer que llegó a las playas de mi vida a colonizarme, no, no fue una colonización, fue una masacre, de esas que están en los libros de historia y que escriba quien lo escriba, es imposible ocultar el desastre que dejó esa colonización en mi vida.
Si, mi vida se convirtió en un desastre cuando te conocí, pero no me importó. El mundo en el que vivía se convirtió en un sistema solar y se convirtió en un grano de arena a la vez, porque cuando me mirabas me sentía insignificante, una porción de nada, pero automáticamente me sonreías y ahí me hacías sentirme un gigante, un titan que podría devorar mundos como si nada. Que tan sano puede ser para la cabeza de un jovencito esas fluctuaciones? Dudo que sea recomendable, pero daría mis piernas por volver a sentirme así, pero no con cualquier persona, las daría para sentirme así por vos.
Pero más allá de todo eso no fuiste solo alguien que me dio amor. Me diste muchas cosas, y que las usé y uso todavía en el día a día. Que especie de Don Nadie sería hoy si no te hubiera conocido? Me da miedo pensarlo. Nadie puede imaginarse todo lo que cruzarnos significó para mi, ni siquiera vos podráis imaginar todo lo que pasé después que te fuiste. Todo lo que vino después me hizo quien soy hoy, toda la tristeza, todo el sufrimiento, toda la soledad. Pero aún así, jamas se me cruzaría por la cabeza guardarte rencor por todo eso, y sino, que entreguen mi cabeza en una bandeja de plata si lo hago. Te extraño, con todo eso que viene después.
Con el tiempo aprendí a guardarme todo eso, lo bueno, lo malo, lo bello, lo feo, todo en un espacio que por siempre quedará oculto en un sector restringido de mi corazón y de mis recuerdos, y que se volvió como el lado oscuro de la luna. Y estará ahí, en lo oscuro de mi ser, protegido por los monstruos que alguna vez creaste y ahora son cancerberos de ese fragmento de mi vida que casi nadie conoce. Lo oculto porque la gente no entiende lo que uno puede sentir, a veces ni siquiera yo lo hago.
Cada año es igual, por 24 horas me dedico a pensar en vos, todo ese sector oscuro se enciende y me permito recordarte, me permito hacerme tantas preguntas que cuando me doy cuenta, el día está por terminarse y debo poner todo en su lugar, todo tiene que volver a la oscuridad. Hasta hay cosas que no alcanzo a recordar por la falta de tiempo.
 Abro los ojos y estoy sentado sobre la cama, sumido en la penumbra de mi habitación, triste, todos los años deseo poder verte 5 minutos, todos los años mi deseo queda sin cumplir. Como es posible amar a alguien que no se recuerda? Como es posible no recordar a alguien que se ama?. No lo sé, solo me queda cruzar los dedos y esperar que seas feliz, me conformo con solo eso. Son las 23:59, el día se terminó. Me acuesto y arropo bajo las sábanas. Cierro los ojos y solo atino a decirte, donde sea que estés en ese momento: Feliz Cumpleaños.

martes, 31 de diciembre de 2019

Navidad en Francia

Un estruendo de me despertó súbitamente, me había dormido sobre una litera improvisada que no se aproximaba ni por poco a la cama que tenía en casa, pero el cansancio que traía hacía que nada importe realmente. El trabajo no me estaba dejando tiempo para descansar, ir de aquí para allá, más en estas fechas tan importantes. Básicamente aproveché que el tipo que está a cargo, desde hace unas semanas, se fue. No parece el tipo más lúcido para esa tarea pero bueno, es lo que definen los jefes.
En éste momento, recapacito y me doy cuenta que este laburo no es lo que esperaba: "viajar por el mundo en cruceros", "salvar el mundo" y si tengo suerte "hacer historia" es una buena premisa si se la venden a un joven de 20 años que solo quiere impresionar a las chicas. Un completo idiota viniendo al peor trabajo que uno puede llegar a tener.
Los estruendos siguen, ya estoy acostumbrandome a ellos, a veces suenan a lo lejos como un intento de danza de sonidos, otras suenan algo cerca y me recuerda a los 4 de Julio que tenía en Nueva Jersey , corriendo de aquí para allá con mis amigos y viendo el show de luces.
Creo que lo único que me permite aguantar eso es ése recuerdo, estridentes juegos de luces y sonidos alrededor casi hasta dejarle los oídos zumbando por días a uno, y yo corriendo, como un niño, a veces por el campo, a veces por la playa, quizás no estén mis amigos de la infancia, pero el toso este grupo de jóvenes que estamos en éste trabajo y compartimos tantos meses juntos, nos sentimos tan amigos como si nos conociéramos de toda la vida.
Me acomodé el uniforme tras despertarme, Billy me ofreció una taza de café para recuperar el calor del cuerpo, porque bajó la temperatura y en cualquier momento vendrán a pedirnos ayuda para guardar la comida en los depósitos. Hoy es 24 de diciembre y los jefes dijeron que tendríamos un banquete por la ocasión.
Pero pregunto qué hora es y ya son las 19:45, Francis (el nuevo a cargo) y 5 muchachos más se iban a buscar las cosas para la cena pero debían haber vuelto hacía ya una hora al menos. Bebo el último sorbo de café con valor, porque no tiene azúcar y el fondo está más concentrado. Hasta dudo que sea café, pero mientras me despierte y me quite el frío, suficiente. Antes de que pudiera dejar mi taza en la mesa, ingresa rápido un tipo de unos 2 metros, no recuerdo haberlo visto antes, pero no interesa, con la voz un poco agitada nos grita a mi y a Billy "vengan, necesitamos ayuda urgente"
Salimos corriendo, las botas pesan mucho, incluso las mías me han generado cayos pero no hay otras para que use, doy gracias no sufrir de juanetes como sufría papá, de todas formas me concentro en el pedido de ayuda y corremos a más no poder.
Al llegar a las puertas del depósito noto que algo va mal, porque los camiones que salieron horas antes no están, hay uno nuevo, el tipo alto nos dice que el grupo que salió antes necesita asistencia, es todo lo que nos dicen, y nos suben al camión
Billy me mira, está preocupado, es amigo de Francis y otros más de los 6 desde que llegó, por mi parte los conozco poco, pero igual toda la situación me preocupa. No podemos charlar con los que manejan porque la caja trasera está separada y no tiene ventanas, así que no puedo ver donde estamos ni por donde vamos.
De golpe una especie de estallido y súbitamente el camión se vuelca, en el movimiento solo veo como la pared metálica de la camión se acerca hacia mi cabeza (o al revés) y todo se pone negro.

Me vuelve a despertar no uno sino muchísimos estallidos, son casi insoportables. No se cuánto tiempo estuve nockeado, pero intento salir del camión rápido. Afuera llueve. Me arrastro para salir por la puerta que quedó abierta contra el suelo, me siento mi perro cuando salía por el agujero de la puerta de la cocina.
Cuando logro estar afuera veo a Billy haciéndome señas desde un costado del camino, un pequeño barranco, me cubro los ojos de la lluvia y casi trastabillando por el barro y la oscuridad llego hasta donde está él y los otros, pero no somos 8 los 8 que salimos (los 2 choferes y los 6 que trajeron de asistencia): somos 5, no se donde están los otros. Miro a Billy, sigo algo aturdido por el golpe, me chasquéa los dedos y revisa mis reflejos, mi reacción lo satisface. Intento preguntarle qué pasó, dónde están los otros, pero uno de los conductores se me anticipa, es un tipo cuarentón, con cara serena pero el cansancio también lo tiene a mal traer, está cubierto de barro y un poco de sangre , tiene unos cortes pequeños en la cara que no están atendidos todavia, el vuelco debió romper el parabrisas y se cortó, mientras observo sus cortes me sacude un poco: "Ey, estás bien? Muchacho creí que no salías de ésta, tu amigo dijo que te diste un golpe tremendo. Bueno, estoy a cargo en éste momento, la misión de ayuda fracasó, por lo visto caímos en una emboscada, dudo que el primer grupo haya tenido mejor suerte. Como sea, ya no tenemos vehículo, y estamos lejos del campamento como para volver a pie". Intento interpretar todo lo que dijo, sigo un poco lelo, donde estamos? Donde están los otros? Qué hora es?. Ésta última pregunta sale de mi boca en voz alta, ni siquiera noté que lo hice. "Son las 23:55 muchacho. Alístate que tendremos fuegos artificiales en cualquier momento, tenemos que hacernos paso hacia el norte, supuestamente tenemos una célula de avanzada a 800 metros. Pero no se si siguen ahí siquiera, pero es lo mejor que tenemos". Billy vuelve corriendo de dentro del camión, me da mi casco y mi rifle. Termino de acomodarme el equipo y tomo la mochila que está en el barranco que usamos de trinchera. No habrá banquete ni celebración ésta noche. Empiezo a caminar y veo a Billy mirando su reloj intentando descrifrar la hora exacta con el resto de luz de luna que atraviesa entre las nubes.
Levanta la vista, y sonríe ampliamente, mete su mano en el bolsillo del pecho, mientras extiende su mano, me dice "Ya es medianoche, Feliz Navidad". Y deja en mi mano un pequeño paquete de chicles a medias. Yo tengo un par de cigarrillos en mi chaqueta, me quedan 2, se los doy. "Feliz Navidad". Nos dimos un pequeño abrazo y empezamos a correr entre los árboles que estan la lado al costado del camino, con rumbo al norte.

Diciembre de 1944. En algún lugar cercano al límite entre Francia y Alemania

lunes, 2 de diciembre de 2019

Orilla

Hacía días que estaba alojado en ese pueblito junto a la costa. Esos pueblos que nadie va, que no tienen marketing de turismo porque no tienen playas calentitas, sol radiante y gente linda alrededor. No, acá la arena es gris, el agua es fría y mucho viento constantemente, casi que es más sano ir a estar en remera en una montaña que intentar darse un chapuzón en estas playas. Pero yo no soy como los demás tampoco, quizás me gusta esa playa porque es un reflejo de como me siento a veces, además odio los tumultos de gente y de niños que corren, vendedores sacandote medio sueldo por un churro que de tanto estar bajo el sol, es más probable que te de una gastroenteritis que una alegría.
Pero ahí estaba yo, el último día de mis vacaciones, una travesía en la que aproveché las dos semanas que me dieron del laburo para pasar por la casa de mis viejos unos días, hacerme mimar con mamá y charlar sobre fútbol y la herrería con el viejo, para luego seguir hasta esta playa. Me levanté a las 8:30, un lujo que solo me puedo dar en las vacaciones, bajé al comedor del pequeño hotel humilde en el que me estuve hospedando y me serví de la mesa que dejaban para que uno consumiera lo que quisiera, aunque no era mucho. Un par de frutas, dos tipos de pan caseros, manteca, mermelada, básicamente era como desayunar en casa, pero es distinto, esa ruptura de rutina es lo que hace que un desayuno idéntico sea diferente, lo distinto que si tomé durante esos días fue el té earl grey que en casa no tengo porque cuando voy al supermercado no compro, no se si por el precio o por qué, pero me gusta pero no lo compro.
Me senté contra la ventana, que tenía vista al mar, pero entre el hotel y la playa había un estacionamiento, una calle y media manzana de casitas que al estar en la pendiente, no tapaban la visión que la ventana tenía. No era un lugar pintoresco en absoluto, por eso mantenía en secreto a donde me escapaba de vacaciones, porque la gente no entendería por qué me vengo a estos lugares tan grises en pleno verano. El té estaba buenísimo, uno de los tipos de panes estaba medio seco, pero el otro estaba ideal. Quería disfrutar un poco más ese desayuno antes de volver a casa, además que tenía pensado recorrer la playa todo el día , así que no iba a almorzar seguramente, más allá de llevarme alguna vianda para el camino. Terminé de desayunar, agarré mi mochila, me puse la malla azul petroleo y gris que había llevado, también llevé la cámara de fotos, algunas cosas para comer, y un suéter liviano que me tejió mamá y que me dio la semana que estuve de visita. Dejé las llaves en recepción y salí.
La gente de ahí no era muy amistosa que digamos pero no eran malos, creo que simplemente no estaban acostumbrados a que llegue nadie de turismo, y simplemente no sabían como tratar con extraños, siempre fueron lugarcitos aislados, incluso durante la crisis, la falta de comida y de trabajo hizo estragos en todos, y dudo que los pesqueros hayan tenido gran diferencia, dado que muy poco lugares te ofrecen platos marinos. Pueblos como esos han de haber sufrido muchísimo, dado que todos los olvidan, se centran en los lugares más grandes. Llegaban noticias que la gente se desesperaba, todos rumores, porque antes era más difícil comunicarse como ahora, no había internet y dudo que haya habido muchos teléfonos tampoco.  Parecen más changas que otra cosa.  De todas maneras respondían el saludo con educación y miraban a los ojos al responder cualquier duda. No tenían prisa para nada, se tomaban su tiempo para todo, nada los apuraba. En parte los envidio. Compré unas chucherías, y me fui a mi travesía. Pasé por los muelles, vi un par de pesqueros acomodando las cosas para salir, es día de semana. Me había olvidado hasta de qué día de la semana estábamos de tan relajado que había estado últimamente. Solo uno de los pesqueros no estaba alistando las redes ni nada, solo había un señor, con la mirada apagada, sentado en el borde de su barco, mirando el agua, quise sacarle una foto, habría sido una gran postal, pero no se como podría tomarlo, y no quise tener problemas, así que seguí mi camino.
Estuve todo lo que restaba de mañana caminando, saqué muchas fotos, cangrejos dejando huellas en la arena, restos de barquitos y balsas encalladas, gaviotas jugando con la marea, y un pequeño acantilado de piedra que me pareció un lugar ideal para descansar y comer, miré por primera vez mi reloj y ya había pasado el mediodía. El exceso de nubes no me dejó percatarme de la hora. Busqué donde acomodarme, no sabía si sentarme sobre la arena o qué hacer, decidí sentarme a unos 10 metros de donde estaba la marea, así si empezaba a crecer, podría notarlo y moverme si hacía falta, pero quería aprovechar el lugar y la tranquilidad para comer.
Saqué todo lo que había llevado para comer y tomar, había llevado bastante, conozco mi apetito y sé que a veces puede ser muy voraz y todo este momento íntimo podría arruinarse si me atacaba el hambre, porque implicaba tener que volver a meterme al pueblito y, hacer eso ya me haría quedarme, me conozco. Mi mochila era ideal, porque era amplia pero no parecía un monstruo tampoco. Y la había equipado a tope, cuando empecé a sacar las cosas, hasta yo mismo me sorprendí de tanta comida que llevé. 2 latitas de cerveza y 2 de gaseosa, un par de sándwichs, un paquete pequeño de papas fritas, algunos frutos secos, galletas dulces, una barrita de cereal y unos pequeños chocolates, cortesía de mi madre. Definitivamente estaba equipado para una guerra.
Me senté, acomodé la cámara dentro de uno de los bolsillos dela mochila, empecé a acomodar la comida de forma que me sea fácil sacarla de la mochila, porque dejarla al viento del mar, podría desabastecerme con mucha facilidad. Saqué el primer sándwich y lo vi, estaba a unos 200 metros todavía, yo empecé a comer mientras de reojo vigilaba como se acercaba lentamente,era un niño de unos 6 o 7 años, jugando con un palo, haciendo dibujos en la arena, dando saltitos y mirando una que otra caracola en la arena. Bebí un sorbo de cerveza, y miré al mar, pensé "qué hace un niño tan chico, alejado del pueblo, solo?", quizás hay alguna casilla cercana que no vi durante el paseo y simplemente vive por ahí, no pude sacar muchas más conjeturas, pasó un momento por delante mío corriendo a toda velocidad por la alfombra de agua que se dibujaba en la orilla, estaba descalzo pero parecía no importarle, su carrera era para intentar atrapar una gaviota que estaba en la orilla, y que al verlo venir salió volando. Me dio gracia la escena, pero no emití ruido ni movimiento alguno, no quería interrumpir su diversión con mi presencia y creo que tampoco quería que el me interrumpiera a mí, aunque era obvio que el sabía que yo estaba ahí.
Volvió derrotado y agitado, apoyó sus manos en las rodillas y tomó aire tras esa corrida, aún con su palo en mano. Levantó la cabeza y miró alrededor, como ubicandose de donde estaba exactamente, me miró pero fue como si nada. Siguió deambulando cerca, pero ignorandome. Quizás no quiso molestarme o los niños eran como los adultos y no sabía cómo interactuar con extraños.
Di un nuevo sorbo a mi cerveza, el último y me dispuse a abrir la segunda lata, por lo que la dejé a un costado por un momento y empecé a buscar la nueva. Cuando levanté la vista, lo vi corriendo hacia mí, le brillaban los ojos, tenía un pantalón corto azul oscuro, no era viejo, pero no era nuevo tampoco, se veía gastado y lo tenía lleno de arena, y tenía una remera de un celeste apagado. De haber venido con alguien hubieramos discutido si era celeste o gris, pero en mi soledad, mi autoritarismo definió que era celeste. Corrió juguetonamente, y frenó a unos 3 o 4 metros, se paró firme y esbozó con timidez y curiosidad unas palabras
- Señor, va a usar esa lata vacía?
En un momento pensé que me preguntaría si tenía comida o algo para ofrecerle, pero estaba concentrado en la lata.
- No, no voy a utilizarla. La querés?
- Si - sonrió maravillado - puede regalarmela?
- Por supuesto
La tomé y extendí la mano con la lata, hizo un pequeño movimiento pero se intimidó, me volvió a mirar y avanzó lentamente, cuando estuvo a punto de agarrarla, llevé mi mano atrás y dudé. No se por qué pensé en que darle una lata de cerveza, incluso vacía a un niño estaba mal. Medité un segundo mientras el se quedó congelado con su manito extendida. Así que tuve una idea mejor.
- Tenes sed? Querés una gaseosa? y podes quedarte con la latita después
- Si si - Si antes se había maravillado, ahora su expresión era la felicidad encarnada.
- Prefiero que te vean jugando con esto y no con una lata de cerveza - si, mantenía mi papel de viejo cascarrabias que había adquirido segundos atrás.
Saqué una de las latas y la abrí, se la extendí y la agarró firmemente, miró el interior de la lata y me miró, todavía no lo creía. Extendí mi lata de cerveza y le propuse un "salud" chocando las latas, lo hizo lentamente. y dio un sorbo grande. Creo que no supo como agradecerme y solo sonrió, una vez más.
- Comiste? te gustan los sándwiches?
- No no comí. Hace mucho no como uno - me dijo, al decir esto su mirada se apagó totalmente.
- Vení, sentate - hice el además de hacerle un lugar al lado mío, en una playa vacía, pero el entendió y se apresuró a sentarse. Yo saqué de la mochila los últimos sándwiches que quedaban. Puso su gaseosa al costado, la presionó contra la arena para que quedara firme, sacudió sus manitos de arena, dejó su palo entre sus pies y agarró el sándwich, me agradeció, miró al frente y empezó a comer.
Cada bocado que daba miraba al mar, sus ojos habían quedado apagados, pero cuando volteaba a verme se le encendía un brillo y una sonrisa muy tierna. Tenía hambre, y lo disimuló muy bien, pero la velocidad con que comía lo delataba. Terminamos y nos quedamos así, callados y mirando al frente. Podía disfrutar esa compañía tan silenciosa y tímida. Lo miré mientras se tomaba el resto de su gaseosa con prisa, casi atragantándose.No había notado que tenía el pelo húmedo, como si se hubiera metido en el mar algún rato antes, quizás horas dado el poco sol que podía atravesar por las nubes.
Miró hacia mi mochila y vio la cámara, no emitió palabra pero era obvio que le llamó la atención.
- Eso es para sacar fotos?
- Si, es mi cámara
- Sacaste muchas?
- Hoy saqué varias, querés ver?
- Verlas? sin papel?
- Sin que estén impresas? si obvio, podemos verlas desde la pantalla - le dije, y encendí la galería de la cámara, se acomodó atrás mío para observar sobre mi hombro. Le mostré todas las que tenía y había sacado durante esos días, algunas del pueblo, animales, los muelles, las disfrutó todas, como si fuera de otro lugar y no conociera nada de todo eso, me recordó a mamá cuando le muestro las fotos de mis viajes.
- No conoces el pueblo?
- Hace mucho vivía ahí, pero cuando mi papá nos llevó a otro lado ya no lo visité más.
- Claro.
Cuando llegamos al final, la siguiente foto era una que me había sacado todavía en lo de mis viejos, justamente, eramos los 3 abrazados. Lo escuché suspirar, lo miré y estaba pálido, más de lo que ya era naturalmente. Le pregunté si estaba bien, me miró y asintió con la cabeza.Guardé la cámara y recordé los chocolates.
- Tengo unos chocolates. Querés?
- Si
- Me los regaló mamá - le dije mientras terminaba de extender mi mano para que lo agarre, volvió a ponerse pálido, pero tomó el chocolate y se lo metió a la boca con prisa, casi ni lo saboreó. Se quedó mirando el envoltorio en su mano y me miró, miró el piso y volvió la vista.
- Dámelo, yo lo tiro después, así no lo tirás la playa - dije dando un nuevo sermón.
Me levanté y empecé a acomodar las cosas, tenía que volver dado que estaba un poco lejos de mi punto de partida. Pero sobre todo, no sabía cuanto más estaría acompañado por mi amigo, además que la humedad de la arena me estaba empezando a molestar.
-Ya te vas?
- No del todo, pero tengo que empezar a volver, sino después se me hace tarde, y mañana tengo un largo viaje.
- Puedo acompañarte?
- Si por supuesto. Agarró su palo y la lata y empezó a caminar a la par mía, pero a unos pasos de distancia. Me empezaron a consumir las dudas. - Te metiste al mar hace poco? tu pelo sigue húmedo
- Si, entro seguido al agua
- Y no te da frío? encima vas con solo una remera y un pantaloncito corto
- No no, ya me acostumbré, el agua no me da frío
- Y no te dice nada tu mamá de que te enfermes?
- No, ella no me dice nada
- Y tu papá?
- Mi papá se fue, cuando dejamos el pueblo y nos fuimos para el otro lado, nos dejó a mi y a mi mamá ahí.
- Ah, y qué hacía?
- Andaba en barco
- Y no lo viste más?
- A veces veo su barco, pero no quiero verlo. Me pone triste. - esas últimas palabras salieron hechas un nudo, no quise preguntarle más.
Caminamos un poco más en silencio, el siguió haciendo dibujos, correteando alrededor y analizando las caracolas y cangrejitos que veíamos en la arena. Vio una caracola grande y la levantó, estaba en perfecto estado, la sopló y la limpió bien. Quedó acuclillado en la arena y sin mirarme empezó a interrogarme él.
- Vos vivís con tu mamá?
- No, yo vivo en la ciudad. Por qué?
- Y ella está sola?
- No, vive con mi papá
- Y él la quiere mucho? - su tono se puso muy frio, casi anudada como hacía unos momentos
- Si creo que se quieren mucho
- Y vos la querés?
- Claro que si. Vos querés a tu mamá? - Automáticamente, levantó la vista y con los ojos un tanto vidriosos me miró fijamente
- Si, la quiero mucho. Y nos cuidamos mucho de los animales y todo eso.
- Animales?
- Si, hay muchos donde estamos, algunos no hacen nada pero otros son malos. Por eso tengo esto -mostrando su palo, o más bien, su arma. - A tu mamá le gusta que le regales cosas?
- Calculo que sí
Apenas asentí, miró la caracola en su mano y me la extendió
- Dale esto, le va a gustar.
Me dio muchisima ternura, le agradecí y lo agarré, cuando estaba por guardarlo sentí frío, miré la hora y ya eran casi las 17.
- Ya es tarde y empieza a hacer frío, no te hace frío?
- Un poco, pero ahora ya me voy para casa.
- Estas lejos?
- No mucho, llego rápido. Vos seguis para allá? - me dijo señalandome con el mentón el lado hacia donde iba el pueblo.
- Si.
- Bueno. Puedo pedirte algo?
- Lo que quieras
- Me darías un abrazo?
Fue el pedido más extraño que podría haber esperado, creí que me pediría un chocolate, o la lata de cerveza vacía. Me congelé por un segundo, pero atiné a agacharme. - Por supuesto.
Me abrazó con mucha fuerza, creo que nadie me había abrazado así antes, metió su cabecita al costado de mi hombro, podía sentir su cabello húmedo. En plena playa gris, en esa tarde fría y a la que nos arremetía el viento, nos dimos el abrazo más cálido del mundo.
Nos soltamos y miré alrededor, intenté divisar una casa, un pequeño rancho o lo que sea. Pero no se veía nada.
- Para qué lado queda tu casa? - le pregunté mientras seguía esforzandome por ver algún lugar que sirviera de hogar
- Para allá. - giré la vista hacia él y me estaba señalando el mar, no entendí. - Mejor me voy, mi mamá me debe estar esperando
Yo seguía sin entender, él me miró y esbozó una nueva sonrisa.
- No entiendo
- Nadie entiende. Muchas gracias - giró hacia el mar y empezó a corretear hacia el agua
- Esperá!
Solo me salieron esas palabras, no supe que decirle, no sabía que decir, no sabía que pasaba, no entendía nada, nos miramos y sin comprender lo que pasaba, me concentré en sus ojos, no había notado que eran grises, del color se ve el mar cuando está nublado. Sus ojos me tranquilizaron. Aún sin saber qué hacer solo atiné a abrir mi mochila, saqué la segunda lata y el chocolate que me quedaba. Le hice señas para que volviera, lo hizo dando saltitos.
- El chocolate es mi regalo para tu mamá. La lata es para que la compartan. Si?
- Está bien
Me volvió a agradecer, volteó hacia el mar y como si siguiera caminando sobre la playa, se perdió entre las olas. Yo me quedé petrificado, lo vi perderse, pero yo no estaba angustiado, no tenía miedo, ni me sentía triste. Me quedé unos segundos más ahí y seguí mi camino. Me puse el suéter que me dio mamá.
Llegué al pueblo, pensaba en alistar las cosas para la vuelta a casa, pensaba en qué iba a cenar esta noche, cuando pasé por lo muelles, Ya no había nadie, solo los barcos estacionados meciendose con las olas, y el hombre que más temprano miraba hacia el mar. Cruzamos miradas, por un instante, estábamos a unos varios metros de distancia, pero podría jurar que sus ojos eran grises.
Llegué al hotel, me di un baño, cené y me dormí, al día siguiente emprendí el regreso a casa. De pasada volví por lo de mis padres, le llevé la caracola de regalo a mi mamá. Le gustó mucho.

domingo, 3 de noviembre de 2019

Jaque Mate

Shtultz entró al enorme, lujoso y oscuro cuarto de su mansión, era curioso como el cuarto más lujoso y amplio que uno pudiera imaginarse y desear, en plena oscuridad parecía tan lugubre y gélido como el callejon de mala muerte más tenebroso que pudiera existir.
Sus guardaespaldas lo acompañaron hasta la puerta como era costumbre, Shtultz odiaba que alguien entrara con él a su habitación. El ser el mafioso más peligroso desde los Balcanes a Los Andes y uno de los hombres más poderosos del planeta (aunque eso no era de público conocimiento), no le quitaban esas manías. Parte de ese poder llegó por la falta de miedo que siempre presentó durante su extensa vida criminal, había sido una de las herramientas que lo habían llevado a esa posición. Parecía una persona inmutable. Ni el más atroz de los asesinatos, robos, atentados, masacres, ni siquiera las consecuencias de esos actos le habían generado nada en absoluto, jamás.
Como muchos en el negocio de los crímenes, había empezado desde abajo, como un simple camello de drogas de un tipo que no era ni por cerca el mejor narcotraficante de esa pequeña ciudad donde se crió. Pero fue su primer paso, aprendió con mucha astucia lo que hacía falta, y así con el tiempo, empezó a escalar. Ahora podía si quisiera comprarse países enteros y reinarlos, y ni siquiera la ONU le pondría objeciones por ello.
Algo que también lo elevó a lo que hoy era, fue que nunca dejo de aprender, de estudiar. Algo que además de educación le dió una buena pantalla durante su etapa intermedia. Incluso obtuvo un titulo universitario, y asiduo a la lectura, se aventuró en todo tipo de literatura, en todo tipo de conocimiento. Eso le dió ventaja ante sus rivales y colegas de la mafia. Todo lo medía, todo lo calculaba y todo salía medianamente como el planeaba.
Luego de cruzar la puerta, ni siquiera encendió las luces. Los restos de pólvora, de todas las sustancias con las que lidiaba y todo lo que había tenido que hacer durante el día, lo habían agotado. Solo miró las luz de la luna y las  luces de la ciudad que entraban por el espacio que un par de cortinas cerradas a medias dejaban entrar a un sector de la habitación, como un halo celestial. Ese halo plateado cruzaba la enorme suite, iluminando la pequeña mesa que tenía el tablero de ajedrez y un cenicero enorme que le habían regalado uno de los tantos beneficiados por todo su trabajo.
Miró por segundo el ajedrez, esa partida la jugó por meses, alternando el rol de ambos jugadores, en realidad, aplicaba un juego de causas y efectos, siempre jugó con las piezas blancas, prefería que los demás siguieran su juego y si era necesario, enredarlos en sus trampas para sacar partida, pero también buscaba generarse problemas, para prepararse. Hacia unos días, había logrado atrapar y cobrarse a la reina negra, y desde ahí, se mantuvo a la defensiva, porque sabía que eliminar una pieza tan importante, traería consecuencias. En esos segundos, donde se adentró en el tablero, repasó las jugadas que se habían realizado últimamente, tanto blancas como negras. Miró el cenicero, que tenía el resto de 3 habanos colombianos (que había conseguido en su "paseo" por Sudamérica, un viajecito de negocios), y las colillas de cigarros que habían quedado de noches anteriores, como secuelas de las compañías que había tenido últimamente por parte de alguna que otra mujer que había conquistado, porque no solo era poderoso, era carismático y seductor, no necesitaba tener que recurrir a su poder para conseguir una amante. Volvió a suspirar. Estaba cansado, entró a la habitación, tomó su bata y se fue a dar una ducha. Eso lo relajaba siempre, hoy lo necesitaba.
Luego de la ducha, se puso solamente un pantalón corto como de seda, fue a la barra que tenía casi a la salida del cuarto donde estaba su cama, porque obviamente, su habitación era prácticamente un departamento, con todos los lujos y chiches que quería.
Sacó un vaso y un whisky escocés añejo que el más conocedor hubiera pagado miles y miles por saborear un par de gotas. Él tenía a botella prácticamente entera, aún con tanto poder sabía que eso era algo valioo, pero esa noche decidió llevarse la botella con él. Antes de dejar la barra, se sirvió un shot de absenta, casi rebalsante y se lo tomó como si fuera agua, aunque el calor que sintió instantes después en su garganta comprobaban que eso definitivamente estaba muy lejos de ser agua. Luego llenó una hielera y puso la pinza metálica dentro, y se dirigió a la mesa donde estaba el tablero de ajedrez.
Caminó bajo ese halo, pudo ver la luna asomada en el cielo, o quizás era ella podía verlo ahora a él. Su cuerpo no reflejaba sus casi 50 años de edad, la genética había sido bondadosa y se mantenía con un porte casi atlético. Eso también le ayudaba a conquistar mujeres. Dejó el vaso y la hielera en la mesa, sin soltar la botella, tomó 2 hielos con las pinzas y generó una dulce melodía cristalina que resonó por toda la habitación, luego abrió la botella y sirvió un poco de whisky, casi con la elegancia de un bartender, tantos años tomando le habían dado habilidad para eso. Luego acomodó el vaso del otro lado del tablero
Acercó una silla al costado de la mesa, se sentó y apoyó sus pies descalzos en ese taburete que acababa de improvisar. Abrió el pequeño cajón que esa mesa tenía, tomó rápidamente uno de los habanos y el encendedor, cortó la punta, cerró el cajón y lo encendió. El destello de la llama encendiéndose lo iluminó todo por un instante, luego todo oscuridad, y luego, el ruido metálico del encendedor cerrándose hizo eco como lo habían hecho los hielos en el vaso.
Miró el tablero nuevamente, volvió a recordar los movimientos, recordaba todos los que había hecho, desde el primer peón hasta ahora. El panorama del blanco era difícil, dado que al perder a su reina, el negro había arremetido contra el blanco, se cobró un par de piezas medianas y hasta incluso una torre, la reina blanca estaba protegida por los blancos pero anulada. Shtultz tomó aire, miró la linea de piezas negras eliminadas que ponía al costado del tablero, como si de un mausoleo se tratara, el cual había llenado con cuerpos de madera finamente labrada a mano. Miró esos cuerpos detenidamente, tomó al rey blanco e hizo la única jugada posible que tenía a su alcance, ahora la pieza del monarca volvía a ocupar el casillero donde estaba ubicado al iniciar la partida, pero en soledad. Exhaló.
Hizo una pitada fuerte a su habano, levantó la cara y expulsó el aire hacia arriba. Cuando bajó la cara, miró a la oscuridad por un momento, luego volvió a cruzar una mirada con la luna, que iluminó sus pies, el pantaloncillo, su torso desnudo y sus ojos. Tomo aire con fuerza, más que aire tomó coraje. Suspiró.
"Aprecio el momento que he tenido para poder ponerme a gusto. La calma y el silencio pueden ser acogedores, aún en este momento" dijo, volviendo a darle una pitada al habano, se estiró hasta el cenicero y lo sacudió. "Cualquier persona en esta tierra podría querer tener mi vida, mis lujos, mi riqueza, y obviamente, mi poder. Y no los culpo, soy consciente de que ser quien soy, genera más enemigos que amigos, e incluso algunos de mis "amigos" desearían ver mi cabeza en una bandeja de plata".
Agarró la botella, se la llevó a la boca y dió un trago que duró varios segundos, muchos tipos duros hubieran caído tumbados con la mitad de ese trago.
"Cometí muchos crímenes, no solo mis manos están manchadas de sangre, también mi alma, y esas manchas son de todo tipo de gente, desde tipos que se lo merecían, hasta de pobres inocentes. E incluso esos crímenes tuvieron consecuencias que también son manchas. No seré hipócrita y decir que ahora me arrepiento de todo eso, al contrario, hice lo que tenía que hacer. Pasó lo que tenía que pasar. No jugué con fuego, tomé un lanzallamas y quemé a todos los peces gordos que se interpusieron en mi camino. Conseguí respeto, conseguí miedo". Dió un sorbo más a la botella, aunque ahora más normal. Volvió a mirar a la oscuridad, a un punto preciso, y sonrió con resignación, y también con un poco de melancolía. Ahora miró al rey blanco, lo tomó y lo acogió en su mano. Hizo un poco de silencio, recordó como hacía algunas semanas había eliminado unos agentes de la interpol que habían estado siguiéndolo. Uno de esos agentes era una bella mujer, morena, con el pelo rizado y unos ojos almendrados que pocas veces en su vida había visto. No era una mujer voluptuosa, pero tenía una sonrisa encantadora. Se habían conocido en un bar, habían pasado una noche maravillosa, no solo  con alcohol y risas elocuentes, sino también de sexo. Miró al cenicero y reconoció la colilla cigarrillo que ella apagó esa noche tras ese momento de pasión, casi pudo ver nuevamente la escena, ella cubierta solamente por una bata de seda color beige, con su piel centelleando bajo la misma luna que ahora lo iluminaba a él, pudo verla dando la pitada final, apagando ese cigarro mentolado y mostrándole esa sonrisa tan hermosa que lo había atrapado en el bar. Horas después, sería él mismo quien se encargaría de matarla, pues sabía quien era ella, y quienes estaban con ella apoyándola. Obviamente, no quedó ninguno vivo.
Volvió a dejar al rey en su posición. "Nuevamente, gracias por permitirme ponerme a gusto. Sé por qué estás aquí, aunque no sé bien quien eres. No sé si trabajas para Interpol, para alguna familia de la mafia o si simplemente eres un hombre buscando venganza. No me interesa tampoco, sé que todo esto es porque te arrebaté a alguien importante en tu vida. La reina negra. Lo sé porque no está con las demás piezas en la mesa. Era una mujer maravillosa, pero entenderás que no podía dejarla ir, por más increíble que fuera". Apoyó la botella contra la mesa y bajó los pies de la silla, miró a la oscuridad una vez más y dió una pitada al habano, la llama del puro trazó muy suavemente una silueta en la oscuridad. "He tenido de todo que se podría tener, cualquier cosa que pudiera darte el dinero, desde autos y mansiones hasta los tesoros más invaluables del planeta, luego de eso llegan los vicios: el alcohol, el juego, las mujeres, las drogas. Solo te diré una cosa, el peor vicio que un ser humano puede tener, es el poder. Puedes tener y dejar cualquier vicio, pero el poder, ohh si, eso no querrás dejarlo nunca. Otros vicios te consumen la salud, la mente, el cuerpo, pero el poder consume todo lo que está a tu alrededor y tu mente, no hay mejor forma de arruinar tu mente que llenarla de poder, porque eres completamente consciente de lo que haces y por qué lo haces. Y no te detienes nunca. Haz lo que debas hacer, pero jamás te rindas ante el poder. El día que tengas poder, no tendrás nada".
Unos pasos se acercaron hacia la mesa, la luna enmarcó una figura humana pero no detalló rostros no apariencias. "Prueba ese escocés, no encontrarás nada igual". Una mano se asomó al halo de luz, y dejo a la reina negra en el costado del tablero, con calma agarró el vaso y éste desapareció en la penumbra, se oyó el choque de los hielos y el vaso volvió a la mesa, ahora el whisky ya no estaba.
Shtultz tomó uno de los alfiles negros, lo posicionó, estudió la jugada entrecerrando los ojos. Cuando estuvo seguro, hizo un gesto de aprobación, abrió los ojos y con una leve sonrisa miró hacia la oscuridad nuevamente. Una voz salió de entre las tinieblas: "Jaque Mate".
Shtultz miró a la luna una última vez, y cerró los ojos

martes, 15 de octubre de 2019

Reflejo

Llegué a este nuevo pais, dejando parte de mi vida atrás, sin familia, sin amigos. Vida nueva.
Entré en mi nuevo hogar, esa pequeña cabaña internada en el bosque a varios minutos de cualquier rastro de otros seres humanos, un contraste de la jungla de concreto que dejé atrás, del ruido, de la industria. Este espacio, tan vacío, tan húmedo, tan solitario, despierta una sensación extraña en mi.
La habitación no se diferencia del resto de la cabaña, pero en el armario que está frente a la cama hay un espejo enorme, para muchos podría tomarse como una herramienta para un posible fetiche sexual. Si me siento en la cama de frente, parece que mi cuarto fuera del doble de tamaño, una habitación de 2 camas, una la mia, la otra del tipo que esta sentado en la suya mirandome.
Todas las mañanas me levanto, casi ni miro al espejo, solo me cambio de lado, desayuno, voy a trabajar, vuelvo y me tiro a dormir. Porque me incomoda ese tipo, que siento que es alguien más, porque cuando lo veo no me veo a mi mismo, solo veo a ese tipo que se parece a mi.


Pasan los días y las semanas, cada vez evito más mirar al tipo del espejo, copiando todos mis movimientos, además, siento que me observa cuando yo no lo puedo mirarlo. Y siento que me sigue no solo por el espejo, sino por toda la casa, en todos los objetos que generan cualquier tipo de reflejo, el otro día desayunamos juntos porque hay un florero de metal vacio en la mesa. Aunque es distinto porque al ser todo curvo, está todo deformado. Durante el dia no abro las cortinas, y durante la noche uso la lampara de querosene lo más tenue posible, para evitar alimentar esos reflejos. Para que deje de seguirme por toda la casa.

Acaba de despertarme el despertador, pero no sonó el que está en mi mesa de luz, sino el que está en la de él, lo distingo por el ruido, yo aún acostado y sonmoliento no puedo abrir totalmente los ojos, pero lo puedo ver, está cambiandose, poniendose la misma camisa que usé ayer y que pensaba ponerme yo hoy, de pronto se volteó a verme. No me dijo nada pero lo noto molesto, rápidamente me levanto e intento alcanzarlo en sus actos, mientras pienso que esto debe ser un sueño, ¿En qué cabeza cabe que el que debería ser mi reflejo se mueva con libertad a mis movimientos?. Me perdí en mis propios pensamientos mientras me cambiaba con tanta prisa que no me di cuenta que ya estábamos coordinados, nos miramos fijamente, sin dirigirnos la palabra, el aún está con esa mirada de odio. Me intimida bastante, pero no habiamos tenido un contacto tan largo como en el que tenemos en este momento. Me dirigí a la cocina pero noté que no me siguió de inmediato. Me miró un poco mas y luego vino tras de mi.
Pareciera que la cabaña estuviera sumida en una burbuja, porque no hay ruido, ni de la pava silbando al hervir el agua del café, ni de mi cuchara chocando con la porcelana, es un silencio blanco mientras desayunamos, yo en mi lugar, él en el suyo distorsionado por las curvas del florero. Recuerdo que el florero estaba aquí cuando llegué. Terminamos de desayunar, cruzamos una mirada corta y salí.

Los días siguientes fueron similares. Nuestra relación es completamente silenciosa, pero cada vez me intimida más, ese gesto tan indiferente, esa mirada con tanto enojo, creo que incluso ya me genera miedo. Ya ni siquiera nos vestimos coordinados, ya solamente coincidimos cuando termino y estoy por salir de la habitación. El florero de la mesa parece que cada día fuera más recto, porque cada día su imagen cuando desayuno es más y más nitida, menos distorsionada. Y empecé a dormir dandole la espalda, hace un par de días no me dejaba dormir si me estaba mirando, e incluso de espaldas siento sus ojos vigilandome. Pensé en tapar el espejo pero no tengo nada lo suficientemente grande para hacerlo. Creo que mañana a la mañana quitaré el florero de la mesa, quisiera aunque sea poder comer sin que me esté mirando.

Ayer saqué el florero cuando me fui a trabajar, al volver todo seguía igual. Pero esta mañana me levanté y el florero está sobre la mesa. Durante el desayuno me fulminó con la mirada, ni siquiera desayunó conmigo. Se cruzó de brazos y me vio comer, hasta que nos fuimos.

Ya no puedo dormir bien, con lo del florero hace varios días ya soy un manojo de nervios, y ni siquiera dandole la espalda puedo quitarme la sensación de que me observa y me apaga el despertador, asi que me duermo durante a madrugada y ya me quedé dormido a la mañana varias veces. En el trabajo me dijeron que era la última vez, la proxima me despiden, y no solo por las llegadas tardes o faltas, sino por mi aspecto desalineado y mi actitud, dicen que espanto a la gente, más siendo un pueblo con tan poca gente. Pero el está bien, siempre prolijo, siempre con la ropa planchada, como si nada. Porque a él no lo acosa el tipo de su espejo. Necesito descansar bien, asi que compré unos somniferos para ver si así restablezco el sueño.


Duré unos dias durmiendo bien, pero anoche mis pastillas estaban cambiadas, me las cambió por unas mentas, quise intentar dormir como hacía antes, también me apagó el despertador y volví a quedarme dormido, asi que me despidieron.
Por primera vez, no tengo miedo, tengo odio. Ese tipo me está arruinando la vida, pero qué puedo hacerle? Es solo un reflejo de un espejo. Debería romperlo? Y si al romperlo se multiplica en cada trozo? Incluso llegué a pensar si soy yo el reflejo y no él. Ya no se que hacer.

Me paro frente al espejo, empezamos un duelo de miradas, creo que ahora la furia en la mirada es mutua, pero estamos espectantes, como esperando que el otro de el primer golpe.
Estuvimos así por horas, no sabría cuanto, hasta que no aguanté más, tomé aire y por mi mente solo atiné a gritarle:
- QUE MIERDA ES LO QUE QUERÉS CONMIGO?!!!
Hizo una mueca, con una sonrisa parte satisfacción, parte maldad. Me miró, y dijo:
- Al fin.