Intento mantener mi compostura, como la persona centrada que soy. Pero por dentro este dolor que siento dentro empieza a crecer como un monstruo dentro mío, como esos monstruos que dan miedo. Pero no siento miedo, pero si un sentimiento muy frío que me hace querer llorar, pero no lo haré.
Te veo ahí, en brazos de él, con quien compartí tantos momentos, que siento conocer desde siempre. Estas en sus brazos y él es feliz, arropándote y te abraza con tanto amor y con una sonrisa tan grande que envidio, porque en este momento yo no podría siquiera simular un poco de esa alegría. Y mucho menos porque el mismo motivo de su alegría es el que ahora me hunde en la tristeza. No lo soporto.
Cuando pregunté a mi alrededor de por qué las cosas son así me dijeron que simplemente es el proceso de crecer, que no todo debe ser como yo quiero y que los demás tienen derecho a ser felices.
Ninguno de todos los presentes en la habitación se imaginan lo que siento, esta envidia, esta furia, esta pena. Porque todavía recuerdo los hermosos momentos que vivimos juntos, las aventuras y desventuras, los días de sol y de lluvia. Mis dedos recuerdan tu suavidad, las tantas noches que dormíamos abrazados, el calor que sentía al tenerte junto a mi, tal como te tiene él ahora. Intento ser fuerte, no quiero hacer una escena frente a todos, porque debo ser maduro, ya estoy grande. Pero nada de lo que me diga a mi mismo será suficiente. Nada reemplazará lo que sentí cuando te tenía. Y si volviera a tenerte ya nada será igual.
Todos sonríen, los ven a ustedes y generan ternura en los demás. Yo no lo soporto más, me doy vuelta, me trago mi orgullo y me voy a mi cuarto, no me doy cuenta pero lo hago corriendo, huyendo de esa escena atroz, y ahora todos me miran, lo se porque ahora todo es silencio. Una voz clama mi nombre y siento que viene tras de mi, acongojada a mi auxilio.
Alcanzo abrir la puerta de mi pieza, la cierro y me recuesto sobre ella para intentar detener a cualquiera que intente atravesarla. Mientras lo hago miro todo lo que hay dentro. Todos mis juguetes, todas mis cosas, cualquiera de ellas podría reemplazarte pero me niego. Porque eras mi peluche favorito, vivimos tantas cosas y tanto tiempo, y ahora como crecí te dieron a él, a mi hermanito menor. Es injusto, no lo soporto más. Mamá toca la puerta, debo ser grande, debo dejarte ir, aunque no lo soporto más. Lanzo lo último de mi llanto y me seco mis lagrimas. Soy un nene grande, debo madurar. Los nenes maduros no lloran por cosas de niños.
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