Llegué a este nuevo pais, dejando parte de mi vida atrás, sin familia, sin amigos. Vida nueva.
Entré en mi nuevo hogar, esa pequeña cabaña internada en el bosque a varios minutos de cualquier rastro de otros seres humanos, un contraste de la jungla de concreto que dejé atrás, del ruido, de la industria. Este espacio, tan vacío, tan húmedo, tan solitario, despierta una sensación extraña en mi.
La habitación no se diferencia del resto de la cabaña, pero en el armario que está frente a la cama hay un espejo enorme, para muchos podría tomarse como una herramienta para un posible fetiche sexual. Si me siento en la cama de frente, parece que mi cuarto fuera del doble de tamaño, una habitación de 2 camas, una la mia, la otra del tipo que esta sentado en la suya mirandome.
Todas las mañanas me levanto, casi ni miro al espejo, solo me cambio de lado, desayuno, voy a trabajar, vuelvo y me tiro a dormir. Porque me incomoda ese tipo, que siento que es alguien más, porque cuando lo veo no me veo a mi mismo, solo veo a ese tipo que se parece a mi.
Pasan los días y las semanas, cada vez evito más mirar al tipo del espejo, copiando todos mis movimientos, además, siento que me observa cuando yo no lo puedo mirarlo. Y siento que me sigue no solo por el espejo, sino por toda la casa, en todos los objetos que generan cualquier tipo de reflejo, el otro día desayunamos juntos porque hay un florero de metal vacio en la mesa. Aunque es distinto porque al ser todo curvo, está todo deformado. Durante el dia no abro las cortinas, y durante la noche uso la lampara de querosene lo más tenue posible, para evitar alimentar esos reflejos. Para que deje de seguirme por toda la casa.
Acaba de despertarme el despertador, pero no sonó el que está en mi mesa de luz, sino el que está en la de él, lo distingo por el ruido, yo aún acostado y sonmoliento no puedo abrir totalmente los ojos, pero lo puedo ver, está cambiandose, poniendose la misma camisa que usé ayer y que pensaba ponerme yo hoy, de pronto se volteó a verme. No me dijo nada pero lo noto molesto, rápidamente me levanto e intento alcanzarlo en sus actos, mientras pienso que esto debe ser un sueño, ¿En qué cabeza cabe que el que debería ser mi reflejo se mueva con libertad a mis movimientos?. Me perdí en mis propios pensamientos mientras me cambiaba con tanta prisa que no me di cuenta que ya estábamos coordinados, nos miramos fijamente, sin dirigirnos la palabra, el aún está con esa mirada de odio. Me intimida bastante, pero no habiamos tenido un contacto tan largo como en el que tenemos en este momento. Me dirigí a la cocina pero noté que no me siguió de inmediato. Me miró un poco mas y luego vino tras de mi.
Pareciera que la cabaña estuviera sumida en una burbuja, porque no hay ruido, ni de la pava silbando al hervir el agua del café, ni de mi cuchara chocando con la porcelana, es un silencio blanco mientras desayunamos, yo en mi lugar, él en el suyo distorsionado por las curvas del florero. Recuerdo que el florero estaba aquí cuando llegué. Terminamos de desayunar, cruzamos una mirada corta y salí.
Los días siguientes fueron similares. Nuestra relación es completamente silenciosa, pero cada vez me intimida más, ese gesto tan indiferente, esa mirada con tanto enojo, creo que incluso ya me genera miedo. Ya ni siquiera nos vestimos coordinados, ya solamente coincidimos cuando termino y estoy por salir de la habitación. El florero de la mesa parece que cada día fuera más recto, porque cada día su imagen cuando desayuno es más y más nitida, menos distorsionada. Y empecé a dormir dandole la espalda, hace un par de días no me dejaba dormir si me estaba mirando, e incluso de espaldas siento sus ojos vigilandome. Pensé en tapar el espejo pero no tengo nada lo suficientemente grande para hacerlo. Creo que mañana a la mañana quitaré el florero de la mesa, quisiera aunque sea poder comer sin que me esté mirando.
Ayer saqué el florero cuando me fui a trabajar, al volver todo seguía igual. Pero esta mañana me levanté y el florero está sobre la mesa. Durante el desayuno me fulminó con la mirada, ni siquiera desayunó conmigo. Se cruzó de brazos y me vio comer, hasta que nos fuimos.
Ya no puedo dormir bien, con lo del florero hace varios días ya soy un manojo de nervios, y ni siquiera dandole la espalda puedo quitarme la sensación de que me observa y me apaga el despertador, asi que me duermo durante a madrugada y ya me quedé dormido a la mañana varias veces. En el trabajo me dijeron que era la última vez, la proxima me despiden, y no solo por las llegadas tardes o faltas, sino por mi aspecto desalineado y mi actitud, dicen que espanto a la gente, más siendo un pueblo con tan poca gente. Pero el está bien, siempre prolijo, siempre con la ropa planchada, como si nada. Porque a él no lo acosa el tipo de su espejo. Necesito descansar bien, asi que compré unos somniferos para ver si así restablezco el sueño.
Duré unos dias durmiendo bien, pero anoche mis pastillas estaban cambiadas, me las cambió por unas mentas, quise intentar dormir como hacía antes, también me apagó el despertador y volví a quedarme dormido, asi que me despidieron.
Por primera vez, no tengo miedo, tengo odio. Ese tipo me está arruinando la vida, pero qué puedo hacerle? Es solo un reflejo de un espejo. Debería romperlo? Y si al romperlo se multiplica en cada trozo? Incluso llegué a pensar si soy yo el reflejo y no él. Ya no se que hacer.
Me paro frente al espejo, empezamos un duelo de miradas, creo que ahora la furia en la mirada es mutua, pero estamos espectantes, como esperando que el otro de el primer golpe.
Estuvimos así por horas, no sabría cuanto, hasta que no aguanté más, tomé aire y por mi mente solo atiné a gritarle:
- QUE MIERDA ES LO QUE QUERÉS CONMIGO?!!!
Hizo una mueca, con una sonrisa parte satisfacción, parte maldad. Me miró, y dijo:
- Al fin.
martes, 15 de octubre de 2019
martes, 1 de octubre de 2019
Cosas de Niños
Intento mantener mi compostura, como la persona centrada que soy. Pero por dentro este dolor que siento dentro empieza a crecer como un monstruo dentro mío, como esos monstruos que dan miedo. Pero no siento miedo, pero si un sentimiento muy frío que me hace querer llorar, pero no lo haré.
Te veo ahí, en brazos de él, con quien compartí tantos momentos, que siento conocer desde siempre. Estas en sus brazos y él es feliz, arropándote y te abraza con tanto amor y con una sonrisa tan grande que envidio, porque en este momento yo no podría siquiera simular un poco de esa alegría. Y mucho menos porque el mismo motivo de su alegría es el que ahora me hunde en la tristeza. No lo soporto.
Cuando pregunté a mi alrededor de por qué las cosas son así me dijeron que simplemente es el proceso de crecer, que no todo debe ser como yo quiero y que los demás tienen derecho a ser felices.
Ninguno de todos los presentes en la habitación se imaginan lo que siento, esta envidia, esta furia, esta pena. Porque todavía recuerdo los hermosos momentos que vivimos juntos, las aventuras y desventuras, los días de sol y de lluvia. Mis dedos recuerdan tu suavidad, las tantas noches que dormíamos abrazados, el calor que sentía al tenerte junto a mi, tal como te tiene él ahora. Intento ser fuerte, no quiero hacer una escena frente a todos, porque debo ser maduro, ya estoy grande. Pero nada de lo que me diga a mi mismo será suficiente. Nada reemplazará lo que sentí cuando te tenía. Y si volviera a tenerte ya nada será igual.
Todos sonríen, los ven a ustedes y generan ternura en los demás. Yo no lo soporto más, me doy vuelta, me trago mi orgullo y me voy a mi cuarto, no me doy cuenta pero lo hago corriendo, huyendo de esa escena atroz, y ahora todos me miran, lo se porque ahora todo es silencio. Una voz clama mi nombre y siento que viene tras de mi, acongojada a mi auxilio.
Alcanzo abrir la puerta de mi pieza, la cierro y me recuesto sobre ella para intentar detener a cualquiera que intente atravesarla. Mientras lo hago miro todo lo que hay dentro. Todos mis juguetes, todas mis cosas, cualquiera de ellas podría reemplazarte pero me niego. Porque eras mi peluche favorito, vivimos tantas cosas y tanto tiempo, y ahora como crecí te dieron a él, a mi hermanito menor. Es injusto, no lo soporto más. Mamá toca la puerta, debo ser grande, debo dejarte ir, aunque no lo soporto más. Lanzo lo último de mi llanto y me seco mis lagrimas. Soy un nene grande, debo madurar. Los nenes maduros no lloran por cosas de niños.
Te veo ahí, en brazos de él, con quien compartí tantos momentos, que siento conocer desde siempre. Estas en sus brazos y él es feliz, arropándote y te abraza con tanto amor y con una sonrisa tan grande que envidio, porque en este momento yo no podría siquiera simular un poco de esa alegría. Y mucho menos porque el mismo motivo de su alegría es el que ahora me hunde en la tristeza. No lo soporto.
Cuando pregunté a mi alrededor de por qué las cosas son así me dijeron que simplemente es el proceso de crecer, que no todo debe ser como yo quiero y que los demás tienen derecho a ser felices.
Ninguno de todos los presentes en la habitación se imaginan lo que siento, esta envidia, esta furia, esta pena. Porque todavía recuerdo los hermosos momentos que vivimos juntos, las aventuras y desventuras, los días de sol y de lluvia. Mis dedos recuerdan tu suavidad, las tantas noches que dormíamos abrazados, el calor que sentía al tenerte junto a mi, tal como te tiene él ahora. Intento ser fuerte, no quiero hacer una escena frente a todos, porque debo ser maduro, ya estoy grande. Pero nada de lo que me diga a mi mismo será suficiente. Nada reemplazará lo que sentí cuando te tenía. Y si volviera a tenerte ya nada será igual.
Todos sonríen, los ven a ustedes y generan ternura en los demás. Yo no lo soporto más, me doy vuelta, me trago mi orgullo y me voy a mi cuarto, no me doy cuenta pero lo hago corriendo, huyendo de esa escena atroz, y ahora todos me miran, lo se porque ahora todo es silencio. Una voz clama mi nombre y siento que viene tras de mi, acongojada a mi auxilio.
Alcanzo abrir la puerta de mi pieza, la cierro y me recuesto sobre ella para intentar detener a cualquiera que intente atravesarla. Mientras lo hago miro todo lo que hay dentro. Todos mis juguetes, todas mis cosas, cualquiera de ellas podría reemplazarte pero me niego. Porque eras mi peluche favorito, vivimos tantas cosas y tanto tiempo, y ahora como crecí te dieron a él, a mi hermanito menor. Es injusto, no lo soporto más. Mamá toca la puerta, debo ser grande, debo dejarte ir, aunque no lo soporto más. Lanzo lo último de mi llanto y me seco mis lagrimas. Soy un nene grande, debo madurar. Los nenes maduros no lloran por cosas de niños.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)